Libertad y límites. Amor y respeto.

Esta semana he aprovechado para empezar y casi terminar de leer «Libertad y límites. Amor y respeto.»de Rebeca Wild. Es un libro que tiene ya unos cuantos años y como ví que era bastante sonado en el tema límites lo compré.

La verdad es que aunque abogo por la crianza respetuosa, he de decir que creo que a veces hay gente que confunde crianza con apego o respetuosa con no poner límites. Reconozco que a veces es difícil poner límites, porque además sabes que seguramente inmediatamente después de establecerlo, va a venir una rabieta. O al menos eso me pasa a mí. Es cierto que hay veces que me encantaría poder evitar el momento rabieta, pero por mucha pereza que nos de a todas, creo que son necesarios. No soy psicóloga ni experta en este tema, pero desde mi experiencia con mi peque de 26 meses he visto que ya con esta edad entiende muy bien lo que está bien y lo que no. Obviamente, muchas veces por ser tan pequeño no entiende el por qué algo no está «permitido», o bien porque no ve el peligro (como poner la mano en la vitro) o porque hay ciertas «normas sociales» que aún son difíciles de digerir.

Ni soy la madre perfecta, ni pretendo serlo (¡Dios me libre :D), pero a veces veo escenas en parques y ludotecas que me incomodan mucho. Sin ir más lejos, ayer en el parque una madre de una niña de 2 años decidió «disciplinar» a su hija pegándola, porque la niña había pegado. Sinceramente, son momentos que a mí personalmente me generan mucha tensión y desagrado, y también tristeza. Seguramente habrá gente que no esté de acuerdo conmigo, pero yo es que eso de pegar no lo entiendo. Castigar a alguien con la misma acción por la que está siendo castigado…A veces he tenido que respirar miiiiil veces para no perder los papeles, y no os niego que alguna vez haya tenido que por ejemplo poner en la silla a mi hijo aunque él no quisiera (porque llovía, porque perdíamos el bus…), pero intento que no sea de una manera violenta.

El otro día, estando en la ludoteca él no entendía que teníamos que irnos y que tenía que dejar los juguetes allí. Eran ya casi las 20:00 de la tarde y como os podéis imaginar, después de haber estado en la piscina y luego jugando, estaba un poco pasado de vueltas, con hambre y agotado. Vino la rabieta, croqueta por el suelo, lloros, «mamá no»…Y todas las miradas del resto del mundo. Podría haber hecho como aquella madre que os contaba en el parque y llevármelo arrastras. Pero intenté que su nerviosismo no se apoderase de mi, y aunque no escuchaba ni la mitad de lo que le decía, dialogamos. Hablamos de lo mucho que le gustaba ese juguete, y de que sabía que no quería irse, pero que podíamos volver en cualquier momento. Conseguí sacarle del parquecillo de juegos, pero hubo una recaída y entramos en bucle con la rabieta. A veces en estos momentos es cuando me entra la flaqueza y digo, «¿Estará funcionando mi disciplina positiva con él realmente?». Lo sostuve mientras intentaba hacer la croqueta por enésima vez y en ese momento, por primera vez, vino una madre a apoyarme y a decirme lo bien que lo estaba haciendo y la mucha paciencia que tenía. Os juro que me pareció un súper detalle, porque en otras ocasiones la gente que ha intervenido ha sido para meter cizaña con comentarios que no ayudan. Gracias a esa madre y a que mi hijo se entretuvo cuando ella interrumpió, nos tranquilizamos ambos. Y es que a veces hace falta que alguien en esos momentos te diga que lo estás haciendo bien, que ella también pasa lo mismo con su hija, y que la disciplina positiva es una maratón y sí funciona.

Y por eso decidí ese día empezar con el libro, para seguir cerciorándome de que seguía por el buen camino y para que en momentos de desesperación máxima se me encienda un pilotito en mi mente y me diga «tranquilaaaa, respiiiiraaa». Quiero resaltar cuatro puntos que me parecen destacables de los que Rebeca habla.

  • Los niños necesitan un entorno preparado, libertad y límites. Lo del entorno preparado es una lucha constante en esta sociedad que a mi parecer es un poco niñofóbica. Si hubiese más lugares donde adultos y niños pudiesen estar, otro gallo cantaría. Sinceramente, no creo que cueste tanto tener una esquinita en las cafeterías y restaurantes con 4 libros y algunos juguetes, pero creo que hay falta de interés en mucos sitios. Si por ejemplo, voy con mi hijo a un restaurante donde sé que la comida va a ser larga y no hay posibilidad de que el niño se mueva lo más mínimo, por muchos juguetes y pinturas que yo le lleve, sinceramente, con esta edad es complicadísimo. Y eso que yo tengo un hijo que en general se porta de 10, incluso mejor fuera que dentro de casa.
  • Los límites forman parte de la vida. Creo que esto es clave. Si no entienden desde pequeños que hay límites y que tienen que convivir con ellos, creo que a largo plazo las consecuencias pueden ser mucho peores. Pero insisto, no soy experta en el tema, es mi opinión…
  • Sin límites adecuados no podemos convivir en paz. Esto va íntimamente ligado al punto anterior.
  • Sin límites adecuados no es posible poner en práctica el amor y el respeto. Aquí Rebeca habla de lo difícil que es a veces no anticiparnos a lo que el niño podría hacer de otra manera cuando algo no está permitido. Si nos anticipanos, al fin y al cabo impedimos la vivencia real del límite. Yo también peco muchas veces con «te vas a caer» o «te vas a hacer daño». Obviamente en ciertas situaciones no puedes dejarles experimentar, como al cruzar una carretera, pero en cosas que no son tan graves creo que es interesante dejarlos experimentar con las consecuencias y que entiendan el por qué del límite impuesto.

Para las que estáis lidiando con niños de esta edad, cómo resolvéis esos conflictos?¿Sois de establecer límites estrictos?¿Cómo gestionáis las rabietas?

6 comentarios en “Libertad y límites. Amor y respeto.

  1. Itsy dijo:

    Me encanta tu post de hoy!!! Estoy duper de acuerdo con el punto 1 que comentas sobre los espacios a compartir entrr adultos y niños. Estuvimos wn Australia y flipamos de lo orientado a la familia que eran todos los pubs y restaurantes. Toooodos tenían su zona para los pekes. Increíble!!!

    Y sobre lo de la disciplina positiva….a veces es duro. Pero es el buen camino. Y hablarlo todo. Ponerle a todo palabras y dar explicaciones.

    Vamos por el buen camino. O eso espero…jeje xq algunos días una se lo cuestiona todo.

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  2. Lorena Santamaria dijo:

    ¡Cómo te entiendo Itsy!Yo viniendo de Holanda tuve la misma impresión, que aquí había mucha falta de sitios donde poder cohabitar con niños sin «molestar». Por ejemplo, no creo que cueste mucho poner un espacio en salas de espera del médico, dentista…Para que la vida también sea más fácil y puedas por ejemplo llevártelos sabiendo que estarán entretenidos.

    Y al hilo de la disciplina positiva, lo que dices, paciencia, muuucha paciencia, y como ha dicho Rosa Jové hoy: pensad que tenéis niños NORMALES, que se mueven, que lloran cuando algo no les gusta…ya que a veces se nos olvida que eso es lo normal.

    ¡Gracias por pasarte guapa!!

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  3. nuevemesesyundiadespues dijo:

    Yo también soy muy de límites y de hablar pero a veces… como es lógico, pues me equivoco. Para mí es fundamental que haya normas y rutinas a las que acogerse. Creo que eso es mucha estabilidad a los niños a la vez qu fomenta habilidades y hábitos de autonomía.
    Me ha gustado mucho tu post.

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  4. Jess dijo:

    Genial tu reflexión…! Siempre he sido de las que dicen que los límites son importantes, necesarios. Una persona necesita límites, sobre todo, cuando es pequeña. Sin ellos no saben hasta dónde llegar, se encuentran perdidos. Me apunto el libro.

    A propósito de los comentarios que solo señalan errores y la poca costumbre que tenemos de decirle a las personas lo bien que están haciendo las cosas… Ahí va un cuentito:

    Un día un profesor entro en clase y se dirigió a la pizarra. Todos los alumnos observaron en silencio. El profesor buscó una tiza y comenzó a escribir la tabla de multiplicar del 9 en el encerado, de esta forma:
    9 x 0= 0
    9 x 1= 7
    9 x 2= 18
    9 x 3= 27
    9 x 4= 36
    9 x 5= 45
    9 x 6= 54
    9x 7= 63
    9 x 8= 72
    9 x 9= 81
    9 x 10= 90

    Los alumnos comenzaron a reír. Y el profesor se dio cuenta. Al girarse les preguntó: ‘¿de qué os reís?’

    Un alumno contestó: ‘La tabla tiene un error… 9×1 no es 7, sino 9’.

    El profesor soltó entonces la tiza y les dijo: ‘Bien, esto demuestra que no os habéis dado cuenta de que he tenido 10 aciertos. No me habéis felicitado por ello… Sólo os habéis fijado en que he tenido un error. Y así os juzgará la vida: el mundo no alabará vuestros millones de aciertos, sino que se fijará en los pocos errores que cometáis’.

    Un saludo

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