Miedos y carreras a urgencias. La realidad de criar en «solitario»

¡Buenas noches a tod@s!Esta vez me ha costado sacar tiempo para escribir este post, y es que es lo que tiene esto de la maternidad en general, que tienes que andar haciendo malabares para llegar a todo!

En el último post os contaba cómo fueron esas primeras semanas adaptándome a nuestra nueva vida. A los tres meses de nacer mi hijo, en abril de 2016, dejamos la casa de mis padres. Desde el momento en que me quedé embarazada sabía que no quería vivir con mis padres por muchos motivos. Desde los 19 años vivía sola y siempre he sido muy independiente y me gusta tener mi espacio vital. Y aunque sabía que iba a ser duro, quería que mi hijo y yo tuviésemos nuestro propio espacio, por mucho que me pudiese costar emocional o económicamente. Además, mi hijo era y es mi responsabilidad y si yo había tomado la decisión de seguir adelante era porque me veía capacitada de enfrentarme a esa nueva vida. No me parecía justo, aunque sé que hubiesen estado encantados de igual manera, volver a casa de mis padres para quedarme. Con lo que un recién nacido supone. Y así fue, con tres escasos meses de vida nos mudamos al que a día de hoy sigue siendo nuestro hogar. Durante varias semanas mi padre me ayudó a montar la casa, pintarla…Ya que con un bebé de 3 meses era prácticamente imposible que lo hiciese yo sola. Y llegó el día de irnos. A mi madre le daba mucha pena, porque aunque íbamos a estar en la misma ciudad, ya no iba a ver a su nieto tanto, ni iba a disfrutar de verlo despertar por las mañanas…Era emocionante tener nuestro propio hogar, pero también me daba miedo pensar en si sería capaz de afrontar el reto de ser madre en solitario.

Ese día en el que nos mudamos, le pedí a mi madre que se quedase hasta después de bañar a Nicolás. Y nos voy a mentir, estaba algo cagada. Aunque siempre había vivido sola, esta vez estaba sola con una responsabilidad enorme, y no podía parar de pensar en que si me pasaba algo a mí o a mi bebé dependíamos solamente de mí. Esa noche, como todas las noches hasta el día de hoy, dormimos juntos y calentitos, acurrucados en la misma cama en nuestra nueva casa. Y a decir verdad, no sé quién necesita más a quién por las noches 🙂 ¡Me da tanta compañía!Yo no pude pegar ojo entre nerviosa y emocionada por esa primera noche. Durante las primeras semanas fue algo caótico. Hasta que entramos en rutina había días en los que pensaba que no llegaba a todo, y aún sigo sin llegar. Pero he aprendido a relativizar. Al principio pasé varios días de bajón como diciendo «dónde me he metido, Señor!». Y es que seas madre soltera o no, si eres madre sabrás todo el esfuerzo que supone sacar todo adelante sin ayuda: lavadoras, limpiar la casa, comida, compra, recados, médicos…El hecho de que todo dependiese de mi me hacía sentir orgullosa pero también me aterraba. Y es que no es tarea fácil llevar una casa, las finanzas, la limpieza, la crianza…sin ayuda.

Es verdad que mis padres, siempre que lo he necesitado y han podido, han venido a ayudarme en momentos puntuales donde no tenía tiempo ni para ducharme. ¡No sabéis cuántas veces habré limpiado la casa o cocinado porteando a Nico!Y no me he duchado con él encima porque no podía, que si no también!Entre el esfuerzo que conllevaba, el estrés y la lactancia, perdí 26kg en apenas 6 meses. Y es que a veces, y creo que muchas me entenderéis en esto, cuando eres madre se te olvida que además de cuidar de tu bebé, también debes hacerlo de ti misma. Había días que estaba tan exhausta que lo único que quería era dormir, y eso que tengo a un santo por hijo!Por suerte, mi madre (otra santa), me guardaba tuppers de vez en cuando para que no tuviese tanta tarea. ¡Aaaaaayyyy qué haríamos sin las madres!

Cuando vives sola con tu pequeño todo te lleva el doble. El doble de tiempo, de esfuerzo…Al final cosas tan cotidianas como «tú bañas al niño y yo cocino mientras tanto», son imposibles, así que las horas se alargan también. Muchas noches lloraba de angustia de lo exhausta que estaba, pero al día siguiente sacaba fuerzas para seguir adelante por mi pequeño. En la maternidad todas pasamos por momentos así donde te ves superada, y si algo he aprendido es que hay que aprender a pedir ayuda. Y a NO sentirse culpable por pedirla. Como ya mencioné criar en tribu es mucho más llevadero. El estrés no ayuda a la mamá y es importante que ella también tenga sus momentos de descanso. En mi caso, me costaba cantidad separarme de mi hijo. La primera vez que me separé de él para ir al dentista, volví corriendo como una bala a casa, tanto que me dolían hasta los gemelos!Me daba ansiedad separarme, y hasta varios meses más tarde no fui capaz. Algo que tampoco es malo, simplemente fue como yo lo viví y dejé guiarme por cómo me sentía. También es cierto que siempre he sido bastante todoterreno, así que me llevaba a mi hijo a toda partes e intentaba hacer vida normal. ¡Hasta volamos de visita a Holanda solos!Otra historia que os contaré en otro post sobre viajar con bebés.

Muchas veces me preguntaba cosas tan ridículas (y digo ridículas porque ahora lo pienso y me parecen cosas sin importancia), como si mi hijo se aburriría conmigo por estar yo sola, o si le hablaba lo suficiente, o si le estimulaba lo suficiente, o si «jugaba» con él lo suficiente. Creo que son cosas que todas nos cuestionamos, pero mi madre me recordaba que con estar presente y que mi hijo estuviese sano y feliz, ya bastaba, que eso ya significaba que lo estaba haciendo bien. Y vamos a ser realistas, además de ser madre somos muchas más cosas. Esto también es algo que me ha costado «reaprender», pero es una realidad. Antes de ser madre, era mujer, amiga, trabajadora…y otras muchas más cosas. Y es duro al principio que todas esas identidades queden en un segundo plano o se desvanezcan cuando pasas a ser madre. Yo me dí un tiempo para poder volver a hacer poco a poco cosas que hacía antes, y seguí mi instinto sin forzar y haciendo siempre las cosas al ritmo al que yo me sentía a gusto. Y es que siempre me ha dado la sensación de que para los ojos de mucha gente una vez que eres madre no puedes seguir teniendo la vida que tenías antes. Obviamente tu vida cambia, y como leí hace poco en un post de Alys Gabrielle, tus prioridades cambian, pero sigue habiendo vida después de ser madre!Y es muy importante que encontremos esos ratitos para cuidarnos o dejar que nos cuiden, para poder respirar, coger fuerzas y seguir al pie del cañón cuidando de nuestros hijos.

En cuanto entramos en rutina, todo empezó a ir rodado. Bueno y en cuanto dejé de preocuparme tanto de cosas que a veces nos vuelven locas a todas. Yo soy una persona muy ordenada y meticulosa con la limpieza, el orden, las rutinas…Pero al ver que me agobiaba tanto no llegar a todo, empecé a relativizar. Mi madre me decía «Hija, no pasa nada si te vas de casa un día sin hacer la cama», o «No pasa nada si planchas mañana». Y es cierto, chicas NO PASA NADA!Nuestros hijos van a ser igual de felices con la cama hecha o no, o con la casa impoluta a diario o no. Hombre tampoco es plan de que la «silla de la plancha», como la llamo yo, reviente, pero vaya que todo pudiese esperar, SIEMPRE. Y sobre todo digo esto, porque yo en esas primeras semanas me di cuenta de que el tiempo no solo pasaba rápido, si no que no regresaba. Y no quería que mis únicos recuerdos de aquellas semanas junto a mi hijo fuesen planchando, cocinando, haciendo recados…

Esos primeros meses de adaptación fueron duros muchas veces, y como os digo había noches en las que lloraba solamente de cansancio. Al fin y al cabo, cuando mi hijo ya dormía, yo estaba sola. Y tampoco tenía con quién cenar o contarle cómo me había ido el día o lo cansada que me encontraba. Eso es algo que si que he echado en falta, más que la ayuda en las tareas domésticas, el apoyo emocional que te puede brindar una pareja. Pero por suerte, tengo una red de apoyo magnífica que siempre ha estado ahí, aunque fuese virtualmente o a través del móvil.

Para verano ya Nico y yo ya estábamos hechos unos expertos y nos habíamos acostumbrado el uno al otro, con nuestras rutinas y nuestros horarios. Y a partir de ahí todo empezó a ser mucho más fácil. Yo seguía sin trabajar por lo que podía dedicarme exclusivamente a él, que además estaba con LME (Lactancia materna exclusiva). Y aunque muchas veces me quejaba, también sabía que era una afortunada al poder cuidar de mi hijo tanto tiempo sin tener obligación de incorporarme al trabajo.

Pero en agosto llegaron unos días bastante duros, y hasta ahora los que más cuesta arriba se me han hecho. Nicolás tenía 7 meses y ya había empezado con la AC (alimentación complementaria). Hacía un día de mucho calor y fuimos a pasarlo a casa de una amiga. Allí Nico se bañó en la piscina, merendó algo de fruta y nos regresamos prontito para casa para bañarlo y que estuviera fresquito. De camino a casa lloraba mucho en el coche y yo pensaba que era del calor que hacía. Llegué a casa y lo bañé para que se quedara fresquito. Estaba tan agotado del día que había tenido que se quedó dormido en el pecho. Al de media hora, se despertó vomitando. Yo pensaba que del calor podría encontrarse mal y que igual era algo pasajero, pero él no dejaba de vomitar. Y no era como cuando los niños regurjitan algo de leche, eran charcos y charcos. Empezó a llorar, de dolor y yo no sabía qué hacer. Como hacía mucho calor lo primero que hice fue abrir la ventana para que se refrescase. Él no paraba de llorar y gritar de dolor y empezó a tener sudores fríos y a ponerse cada vez más y más débil. Mi bebote de 7 meses parecía un muñeco de trapo, sin fuerzas…Y ahí es donde me asusté. En ese momento pensé, si voy a urgencias en mi coche puede que a Nico le pase algo estando en la silla del coche, si llamo a un taxi igual es demasiado tarde…Y llamé a mi madre para decirle que Nico no estaba bien. Ella al oir el miedo y la seriedad en mi voz subió rápidamente a mi casa en coche. Mientras tanto yo con Nico en brazos, preparaba una bolsa con ropa de cambio y toallas para el hospital, porque el pobre cada vez se encontraba peor. Y cuando vino mi madre me sentí algo más aliviada. Corriendo bajamos al coche y nos pusimos en marcha. Por suerte vivo a muy pocos minutos del hospital pero la angustia fue horrible. Yo conducía y mi madre, como se trataba de una urgencia y los vómitos no cesaban, sostenía a Nico entre sus brazos en la parte de atrás. Y de repente oí cómo mi madre empezó a llamarlo por su nombre angustiada y empezó a decirme que siguiera, que corriese…Nicolás había perdido el conocimiento y en ese momento se me pasó lo peor por la cabeza. Pensé que lo perdía…Os sonará a exageración, pero ver a tu hijo de 7 meses inconsciente no es moco de pavo. Aceleré todo lo que pude, por suerte no había tráfico y cuando llegamos al hospital mi madre salió corriendo con mi hijo en brazos a urgencias. Yo intenté tranquilizarme e ir a aparcar, pero no podía ni pisar el embrague de lo que estaba temblando. En ese momento se me pasaban mil cosas por la cabeza y fue un momento en el que pase MUCHO MIEDO. Cuando llegué corriendo a la sala de urgencias, mi hijo ya había vuelto en sí y tenía a un montón de enfermeras y médicos a su lado. Él, que como os he dicho es un santo, ni lloraba, de hecho hasta le dedicó alguna sonrisa a las enfermeras.

Fueron unos momentos muy angustiosos, donde la incertidumbre me estaba matando. Sólo quería que mi bebé se pusiese bien y saber qué le había provocado todo ese episodio. En esos momentos, mientras él se quedaba dormido de agotamiento en la camilla, lloré mucho. Y mi madre y yo hablamos de cómo constantemente nos preocupamos de cosas sin importancia y no apreciamos cosas tan importantes como la salud, y más si se trata de la de nuestros hijos. En esos momentos en los que lo veía sufrir solo podía acordarme de cuando mi madre me decía que cuando me veía sufrir ella sufría de la misma manera. Y una vez más, qué razón tenía. Prefería mil veces que me pasase a mí algo a ver sufrir a mi bebote.

Esa noche, cuando nos dejaron ir a casa, y después de varias pruebas que no revelaban nada claro, dormimos en casa de mis padres.

Por desgracia, durante las próximas semanas tuve que volver a urgencias cinco veces más por los mismos episodios. Y aunque era aterrador, a la fuerza iba a aprendiendo cómo mantener la calma en momentos de tanta tensión para poder serle de ayuda a Nicolás. Por cierto, gracias a mis padres, a Jenny, a W. y a toda esa gente que me acompañó a urgencias en esos días. A Nicolás lo acabaron ingresando durante 4 días, y aunque por suerte todo quedó en un susto fue bastante duro.

En aquella habitación solamente podía quedarse una persona y durante esos días yo no dormí nada. Fue agotador. Mis padres venían durante el día para que yo estuviese más tranquila, pero yo no me separé ni un momento de su lado. Verlo tan pequeño y tan indefenso me podía…Pero aprendí de su fortaleza. A pesar de encontrarse realmente mal y pasar por un montón de pruebas desagradables, nunca dejó de sonreir e intentar hacernos reir al resto. Es todo un campeón y para mí (qué os voy a decir, soy su madre), un ejemplo a seguir. Nos dieron el alta pensando en posibles alergias a alimentos, aunque los análisis no indicaban ninguna. (En otro post hablaré sobre la AC y las alergias e intolerancias). Volvimos a casa muy cansados y con ganas de recuperarnos del todo.

Ese mes me di cuenta como siempre repito, de lo importante que es tener a tu red de apoyo, ya sean familiares, amigos…Sin ellos esos días habrían sido menos llevaderos. Y aunque no tenía una pareja con quien turnarme por las noches, por ejemplo, cada día alguien se preocupaba de preguntar cómo nos encontrábamos. Por desgracia, es en los momentos donde empiezas a valorar ciertas cosas. Lo bueno, es que esas carreras a urgencias también me enseñaron que soy más fuerte de lo que creía, que sé mantener la calma en momentos de caos, y que puedo fiarme de mi intuición SIEMPRE. Cada vez que terminamos en urgencias, horas antes estaba con la mosca detrás de la oreja y alerta. Llámalo instinto animal, pero no me equivoqué ni una sola vez.

Como véis, tuvimos unos meses algo complicados, pero de todo hay que sacar la parte positiva. Y en esta caso fue la fortaleza que mi hijo y yo sacamos en esos momentos, de la que siempre estaré orgullosa. Algún día le contaré estas historias como meras anécdotas y él seguramente se sorprenderá al verse tan sonriente 🙂

¿Alguna habéis pasado por sustos así?¿Cómo reaccionastéis?

Y ahora toca descansar hasta el lunes que viene, que ser madre cansa mucho 🙂 ¡Gracias por leerme!

9 comentarios en “Miedos y carreras a urgencias. La realidad de criar en «solitario»

  1. nuevemesesyundiadespues dijo:

    Madre mía, que angustiase. Se me han caído lagrimones y todo. Tiene que ser horrible ver a tu bebé inconsciente. Y supongo que esos días te plantearías de todo. Me alegro de que eso ya quedara atrás. La verdad es que eres muy fuerte y valiente. Supongo que no te queda otra pero, por ejemplo, tomar la decisión de irte a vivir sola dice mucho de ti. La verdad es que, si tuviste la suerte de poder permitírtelo económicamente, creo que es lo mejor que pudiste hacer.

    Me gusta

  2. nuevemesesyundiadespues dijo:

    Madre mía, que angustiase. Se me han caído lagrimones y todo. Tiene que ser horrible ver a tu bebé inconsciente. Y supongo que esos días te plantearías de todo. Me alegro de que eso ya quedara atrás. La verdad es que eres muy fuerte y valiente. Supongo que no te queda otra pero, por ejemplo, tomar la decisión de irte a vivir sola dice mucho de ti. La verdad es que, si tuviste la suerte de poder permitírtelo económicamente, creo que es lo mejor que pudiste hacer.

    Me gusta

    • Lorena Santamaria dijo:

      Preciosa!Tus comentarios siempre me ponen de buen humor 🙂 Pues si, fueron momentos duros pero por suerte no ha vuelto a ocurrir y está hecho un roble 😂 Aunque no andamos muy bollantes, creo que merece la pena tener nuestro propio espacio, aunque a veces se haga cuesta arriba. Un abrazo!!

      Me gusta

  3. Mar dijo:

    K susto nena! M acuerdo cuando te decía corre, corre, y yo moviendo a Nicolás! Cómo entramos tocando el claxon en urgencias……no he pasado tanto miedo, ni con vosotros….. Menos mal k subí y tomamos la decisión de ir al hospital! Como siempre t digo los k más se quejan , son los k se salvan!!!!!! Hay k ser madre pesada, pesada, cuando intuyes algo!

    Me gusta

  4. yentoncesmeconvertienmama dijo:

    Que horro y que valiente! Cuando los ves tan malitos duele el alma y entras en un estado de pánico difícil de controlar. Como tu bien dices lo importante es tener en quien apoyarte y aunque no tengas pareja tienes ese apoyo que mereces y necesitas, sobre todo en tus padres.

    Le gusta a 1 persona

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.